Si pensamos en los circos de hoy en día, inmediatamente se nos vienen a la mente imágenes de mega espectáculos con música, luces, acróbatas, magos y artistas excepcionales. Años atrás, los animales amaestrados eran la vedette, pero con el paso del tiempo, se han dejado de lado debido a las críticas por el maltrato que sufrían los animales de circo. El negocio se ha mantenido a lo largo de los años.
Pero hasta el siglo XX , las grandes atracciones de los circos, que por supuesto no eran tan grandes como los actuales, eran seres humanos que se destacaban del resto por tener ciertas características físicas, que generalmente eran el resultado de raras enfermedades. No se destacaban del resto por ser artistas, simplemente eran exhibidos en jaulas o en escenarios. No hacían nada en especial, se dejaban ver y admirar. De ahí viene el concepto de “fenómeno de circo”. En esta lista vemos a los cinco fenómenos de circo más destacados de los últimos siglos. No podrás dejar de verlos y averiguar por qué han pasado a la historia.
La mujer barbuda aparece en varios afiches actuales. Se llamaba Madame Clofulla, había nacido en Suecia y a los 8 años ya tenía una barba de más de 5 cms de largo. Cuando cumplió 16 años decidió unirse a un circo para lograr su propio dinero. Su encanto era tal, que deslumbró al propio Napoleón III, que hasta le regaló un costoso diamante para inmortalizar el encuentro. La mujer barbuda se casó y tuvo dos hijos que nacieron absolutamente normales.
El llamado “esqueleto viviente” nació en Massachusetts, USA en 1841. Cuando nació fue un bebé con peso normal, hasta un poco por encima de la media. Pero a los dos meses de edad, comenzó a perder peso de manera alarmante. Sus padres gastaron fortunas en alimentos y doctores, pero no hubo solución aparente. A los 25 años pesaba tan solo 23 kg y estaba tan débil que no podía caminar. Fue en ese momento que un circo decidió contratarlo. El hombre aceptó pues era el único trabajo que podía aceptar. Años después murió.
Los Hermanos Colloredo nacieron en Italia y eran siameses unidos por el pecho. Uno de ellos se desarrolló normalmente, podía caminar y hablar, pero el otro no. Lázaro, el que hablaba, decidió que ambos podían trabajar en un circo y así lo hicieron. Se exhibían aunque el siamés que permanecía amarrado a su hermano cerraba los ojos y no era capaz de pronunciar ni una palabra.